Aquests darrers mesos hem vist, a través dels mitjans de comunicació, com els pagesos, als pobles, i Emaya, a Ciutat, desinfectaven els carrers per ajudar a fer front a l’epidèmia de la Covid-19.

Fa més de cent anys, a Palma, també feien una cosa semblant, segons relata a Ca Nostra, Lluís Fàbregas Cuxart: “La desinfección se organizó rápidamente, tanto es así que las calles fueron constantemente regades con zotal y creolina y las viviendas de gente humilde, desinfectadas al igual que todos los domicilios en donde se registraba alguna defunción. En el zaguán municipal se montó una oficina encargada de proporcionar al público toda clase de desinfectantes. También hubo un Comisariado de socorros en metálico y entrega de leche al público. El servicio de conducción se hizo por medio de tiros de caballos y mulos de la Intendencia Militar, Artilleria e Ingenieros. Los soldados guiaron los coches mortuorios. Cada uno de los concejales cuidaron de sus respectivos distritos. El señor Obrador cuidó de los de S’Hort d’es Ca, Sant Jordi y Es Molinar, mientras que el conocido abogado criminalista y concejal Sr. Pou, cuidó del popular Puig de Sant Pere, calle de San Martín y barrio de la Sang.

Don Justo Solá atendió los servicios de la populosa barriada de Santa Catalina, trabajó con denuedo y lo hizo con tal fervor que fue aplaudida  su inmensa labor humana y cristiana.

Recuerdo que mi padre nos obligó a todos a usar un canutillo de pluma de ave, como si fuera un mondadientes, impregnado de alcanfor. Fuimos muchos los chiquillos que usamos tal desinfectante. Y los mayores llevaban también en el bolsillo un buen terrón de alcanfor. Aquello fue el mejor tranquilizante de la época y además, el mejor antibiótico de la enfermedad aquella que diezmó un número considerable de personas de todas las clases sociales”.

La fotografia, del barri des Puig de Sant Pere està agafada de wikipedia.org.